El Bernabéu sonó a remontada desde el primer minuto. "Sí, se puede", gritaron los aficionados blancos en muchos momentos del encuentro. De esa forma contagiaron también a los de Mourinho, que apostó por Modric como compañero de Xabi Alonso y por Higuaín como nueve del equipo. No tardó el Madrid en demostrar que llegaba enchufadísimo a la cita. Y como dicen los viejos madridistas cuando hablan de las grandes remontadas, en el primer minuto ya tuvo su córner y su ocasión. Lanzó Özil desde la esquina y el rechace de la defensa lo intentó empalar Di María. La bola se fue a la grada.
Fue solo la primera amenaza del Real Madrid. Llegaron muchas más. Inmediatamente, una de Higuaín. Magistral el pase de Özil para su compañero, que se vio en el mano a mano con Weidenfeller. Sacó la pelota el guardameta casi sin saber cómo. Podría haber sido el primero.
En apenas tres minutos, los de Mou ya eran un vendabal con Modric en la construcción, Di María en la banda derecha, Higuaín como referencia y Özil en todas partes. Por ese motivo siguieron llegando las ocasiones. Un tiro alto de Di maría, otro de Cristiano. Las ocasiones no se transformaban en goles, pero sí en saques de esquina. En seis minutos, el Madrid lanzó cuatro.
La inspiración de Di María y Özil no cesó. Acusados de intermitentes, ambos ganaron protagonismo en la fase inicial del partido, que se puso más de cara para el Real Madrid cuando Götze empezó a dar señales de que tendría que ser sustituido. Se marchó a los quince minutos del encuentro.
Antes, Cristiano había vuelto a probar fortuna con una ocasión a bocajarro que detuvo el portero alemán. Y después, Modric intentó engañar a Weidenfeller cuando lanzó al primer palo un balón que todo el mundo esperaba cruzado... Muchas ocasiones. Casi todas ellas claras. La de Higuaín, la de Cristiano, la de Modric... De esas que se echan de menos al final del partido.
Pero el Madrid no renunció a su juego fluido, a tocar el balón, a no rifarlo con lanzamientos largos. En solo veinte minutos había demostrado al Bernabéu y, sobre todo al rival, que de esa forma era posible arrinconar a cualquiera, lo que debía ser el primer paso hacia la remontada.
los de Klopp, sin embargo, se crecieron al ver que salían vivos de tan duros embates del equipo blanco. Y quizá por eso empezaron a tocar con más tranquilidad, combinando con buenos pases de Gündogan y Reus. En poco más de 20 minutos solo habían amenazado una vez, por mediación del de siempre (Lewandowski), que a la media vuelta remató una bola que atajó sin problemas Diego López.
No creó el Dortmund muchas más ocasiones hasta el descanso, pero logró algo casi tan importante como eso: hacerse con el balón. El Madrid ya no era tan fiable y sus pases eran más previsibles, de lo que se aprovecharon los Bender y Gündogan para hacerse con balones que trataban de hacer llegar a Reus para que se los trasladara a Lewandowski, cuyos encontronazos con Sergio Ramos no aguantaban muchas moviolas.
El desgaste de los veinte primeros minutos había sido brutal para los de Mou y el Madrid lo notó en la recta final de la primera parte, en la que solo pudo avisar de una cosa, que Cristiano no se había ido del partido. Intentó meter la directa a la portería alemana y sacó una falta que lanzó a la grada. Lo mejor que le podía pasar al Madrid era irse al vestuario a pesar del cero a cero. Necesitaba volver a llenar el depósito de combustible.
Y salió a la segunda mitad del encuentro con ánimos renovados. Con ganas de recuperar la pelota, de hacer un más de lo mismo que en la primera parte. Solo lo consiguió a medias. Porque se hizo con la posesión del balón, pero le faltó acercarse con peligro real a la portería. El que sí lo hizo fue Lewandowki, que lanzó un balón al larguero que hizo temblar el Bernabéu. Fue en ese momento cuando la afición blanca se dio cuenta de que la remontada era prácticamente un milagro. Si no se había conseguido en los primeros minutos del encuentro -donde sí había sido factible- ahora le iba a faltar tiempo al Madrid.
Le faltó tiempo y también fuerzas, las que fue recuperando el Dortmund para seguir haciendo que el Madrid no transformara posesión en peligro. Mourinho entendió entonces que le hacía falta algo distinto y apostó por Kaká y Benzema. Se fueron Coentrao e Higuaín. La grada pitó el cambio... o a Higuaín... o las dos cosas. Probablemente le guió la frustración de la ocasión perdida por el argentino en el inicio del encuentro.
No hubo muchos mejores pases con Kaká. Ni más desmarques con Benzema. Pronto se cumplió la hora de partido y la cuenta del gol cada media hora se iba al traste. Ahora hacían falta tres goles en treinta minutos. Nada imposible para el Real Madrid, pero algo muy complicado para un equipo al que se le terminaba el fuelle a cada minuto y que desde el comienzo echó en falta al menor Cristiano Ronaldo.
Por momentos, el 0-1 fue más posible que el resultado opuesto. Lo evitó Diego López cuando Gündogan remató solo un pase que le había servido Reus desde la derecha. Esa acción demostró que el Madrid controlaba la pelota, pero el partido lo controlaba un Borussia dispuesto a rematar al equipo de Mourinho cuando le llegara la ocasión para hacerlo. De hecho, ya no paró de intentarlo en un partido en el que el Madrid apenas mostró ya nada de lo enseñado en los veinte primeros minutos. Se vieron más las faltas de Sergio Ramos y de Kehdira. El gol de Benzema borró esas imágenes.
Para conseguirlo apareció un Kaká que ya había tenido antes una ocasión de gol. Esta vez abrió a la derecha para que Özil buscara el centro al primer palo. Ahí estaba el francés. Marcó para hacer soñar a la afición blanca. Quedaban ocho más el descuento. Tuvo argumentos la hinchada para creer cuando vio un remate de Cristiano que tuvo que sacar Weidenfeller. Y cuando el equipo de Mourinho demostró que iba a morir hasta que Webb diera el pitido final. Lo intentó el Madrid hasta ese momento. Con otro remate de Benzema. Y con el segundo tanto, que marcó Sergio Ramos. Estalló el campo y el Real Madrid. Le quedaba solo el tiempo de descuento. Cinco minutos en los que pudo pasar a la final de Wembley. No lo logró y se quedó en la semifinales. Otra vez. Como si esta ronda fuera el techo del Madrid de Morurinho en la Champions. Quizá no tenga oportunidad el portugués de demostrar lo contrario.
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