El Real Madrid de José Mourinho se impuso al Barcelona (2-1) este sábado en el Santiago Bernabéu, algo que no ocurría desde 2008, en la vigésimo sexta jornada de la Liga BBVA. Arrollaron por segunda vez en una semana a los de Roura, que pueden perder ventaja en su solitaria posición de líderes, y el Madrid visitará en plena euforia Old Trafford para medirse al Manchester United por un puesto en los cuartos de final de la Liga de Campeones.
Con la sensación de que tan sólo el orgullo estaba en juego, ambos conjuntos saltaron a un repleto feudo madridista. José Mourinho alineó un once poco habitual. Sin Ronaldo ni Özil, con Morata escorado y Pepe en la medular. Sin embargo, a los pensamientos del luso no se escapaba que, salvo en Supercopa, la victoria al Barcelona en Liga aun no había llegado sobre su césped. La herida abierta de la semifinal de Copa llevó a Roura a dar entrada a Villa y a Thiago, por el lesionado Xavi. Sorprendió más la suplencia de Puyol.
Una sonora pitada acompañó la primera posesión visitante. Apenas sacaron de inicio el balón se perdió por banda. Jordi Alba no llegó a controlar. El líder destacado de la Liga estaba magullado. Buscaba sentenciar una Liga que ya podría estarlo. El Madrid se sintió cómodo con el Barcelona intentando recordar su monólogo. Así, a los seis minutos un balón llegó a los pies del canterano Morata. Alzó la cabeza y, desde la izquierda, se la puso a Benzema para que anotara el primero ante la mirada de Mascherano.
Ningún conjunto había subido mucho las revoluciones, pero el gol relajó al club capitalino. El gol pareció colmar sus expectativas. No así las de los blaugranas, que dieron un paso adelante. Sacaron a relucir, sin tanto brillo, los mecanismos que le han llevado a la gloria. Ello propició que no hiciera falta más que una oportunidad para igualar el choque. Dani Alves encontró a la espalda de Varane y Ramos a Messi. El argentino no falló en su cita con el gol, y van dieciséis jornadas seguidas.
Con el empate en el electrónico, tanto los blancos como el Barcelona apostaron algo más por el juego ofensivo, sin llegar a echar un 'all in'. Así el partido cobró más lucidez. Disparó Kaka de media distancia. Mientras, un error en la salida del lateral Essien acabó con Messi en la frontal. Sin oposición. Se propuso colocarla en la escuadra, pero faltó precisión y sobró Diego López. La más clara fue para Morata. Envió un balón de Modric al lateral de la red en un cabezazo, con el grito de gol ahogado en la grada. Iniesta bailaba, Messi quería y Villa evidenciaba poco de entendimiento por la falta de minutos. Así, se llegó al descanso.
INTENSIDAD EFÍMERA EN UN DUELO QUE ALEGRA RONALDO Y DECIDE RAMOS.
Cuando Pérez Lasa indicó el inicio de la segunda mitad, los dos grandes equipos del fútbol español habían decidido invertir el ritmo. No dejar que el calendario formara parte de un duelo histórico, de alto voltaje. Una fiesta del fútbol que premia con la gloria al vencedor. En esa gloria pensó el Madrid y olvidó su posición retrasada en la Liga. Más aún cuando comenzó el tráfico en la banda. Salió Cristiano a calentar con la consecuente ovación del público. Mientras, Mascherano probó desde el centro del campo y Pedro se infiltraba por la misma banda por la que calentaba el luso.
Este ida y vuelta sirvió a Varane para sumarse al ataque. La joya de la defensa blanca, incorregible, se atrevió a incorporarse. Combinó con Callejón en una jugada que el gol merodeó a Valdés. Después llegó un violento disparo de libre directo del alegre Cristiano Ronaldo, repelido como pudo por el cancerbero catalán, que vio multiplicado su trabajo. En un mano a mano con Morata volvió a salir airoso. El Barcelona volvió a evaporarse frente a la nueva propuesta blanca. El Bernabéu se mostró contento por ello, activo, como durante todo el choque.
La sensación de gol se percibía en el Bernabéu. El Barcelona no existió, en parte por la fragilidad de una defensa sin su capitán. Fue en la salida de un córner cuando Ramos cabeceó libre de marca para adelantar a los suyos. Restaban siete minutos. El Madrid tocó de muerte a su eterno rival, inmóvil. Ronaldo rozó el tercero, pero se encontró con el larguero. Los de Roura apelaron al orgullo en la recta final, pero sin resultado. Los 16 puntos se reducen a 13 y la sensación de que el Barcelona no pertenece a este mundo continúa alejándose, con la cita del Milan pendiente.
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